martes, 20 de febrero de 2018

EL DETERIORO DE LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y LIBERAL Por RICHARD PACARD Uno de los pilares básicos de la democracia representativa y liberal, no cabe ninguna duda que es el progreso que esta supuso en cuanto a la defensa de los derechos de los ciudadanos; el dotarse de una constitución que garantizara el progreso y la racionalización de toda estructura política. En este sentido la democracia ha significado un avance cualitativo y cuantitativo si lo comparamos con los sistemas absolutistas. No cabe duda que en la ciencia política hay un antes y un después de la aparición de la democracia. Más hay que tener en cuenta pese a sus muchas virtudes, constatar el hecho histórico de un proceso de degradación en los últimos años, el cual coincide con hechos históricos de total trascendencia. En primer lugar se debe de constatar que en el sistema democrático el parlamento ya no es soberano, en la doctrina liberal la soberanía reside en el pueblo. El parlamento es solamente la expresión última de la voluntad del “Yo” colectivo. Aunque después suceden por el camino otras cosas y esa voluntad se pueda torcer gracias a herramientas que el poder posee para desvirtuar los deseos de la sociedad, y acomodarlos a los intereses de una determinada oligarquía. En este contexto los partidos son los culpables y los sostenedores de este sistema de cosas, convirtiendo a las constituciones en simples declaraciones de principios, sirviendo estas como baluarte y muralla para la defensa de una determinada clase social: Los dueños de los medios de producción, el entramado financiero, que a su vez sostienen toda la estructura capitalista. Convirtiendo la misma democracia en una parodia de sí misma, que constata el hecho de su fracaso, al contrario de lo que hubiera sido de una democracia pura, trocándose en defensora de los más débiles de la sociedad, de ahí que también se le revista a la democracia representativa y liberal de “burguesa”, traicionando en muchos casos sus mismos principios. Si el sistema pusiera en práctica aquello que el “Yo” colectivo desea, y la voluntad del pueblo se cumpliera –en este momento- expresaría la voluntad del sistema; por qué la única herramienta que el pueblo utiliza para hacerse oír, son las urnas. En las elecciones su voto está limitado a mantener el gobierno de una nación o a cambiar ese mismo gobierno, a partir de ahí su soberanía es una ficción, un mito, puesto que en los siguientes días, los partidos tienen en sus manos un cheque en blanco para hacer o deshacer. Digamos sin temor a equivocarnos que el “Yo” colectivo es soberano durante un día cada cuatro años. Carece por completo del derecho de decisión en los demás temas, ni siquiera se le pregunta su opinión. Luego la soberanía, como principio en el cual se apoya la democracia, es un mito el cual no se cumple en su praxis. Ya que la democracia representativa es el reflejo de la voluntad de los partidos y de las distintas oligarquías a las que ellos representan. La democracia ha perdido a lo largo de este proceso, el prestigio que poseía en sus orígenes, ya que ha ido acumulando leyes injustas y en muchas ocasiones ha caído en el sectarismo, percibiéndose a nivel general que existen en ella una ley para ricos y otra para pobres. Con lo cual se disuelve el principio de la igualdad ante la ley. Sin hablar en ningún caso del agravamiento de la circunstancia, en la cual nuestra clase política está siendo desbordada por los cambios tecnológicos que se producen en todo el mundo, que exige por parte de nuestros dirigentes de una mayor comprensión y especialización del mundo que se nos avecina, dada la complejidad de dichos cambios que constantemente se crean, exigirá por ello mismo, la elaboración de leyes cada vez más complejas y difíciles de entender, dada la cultura media de los diputados. Más el exceso de trabajo que de ello se deriva de una estructura que se resiente de todas estas circunstancias. En toda democracia burguesa existe lo que se ha dado en llamar la división de poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Los tres poderes en los que se asienta la estructura del poder democrático. Estos poderes –la más de las veces- entran en conflicto entre sí por cuestiones que solamente les compete a ellos. La corrupción generalizada ha hecho que el ejecutivo y el legislativo, los distintos gobiernos de cualquier signo, sientan desconfianza hacia los tribunales de justicia que constantemente les investigan, esto ha provocado que se creara una opinión pública desfavorable al poder del estado y ante unos tribunales de justicia, que amparan con negociaciones a los corruptos, percibiéndose de esta forma un encubrimiento de la misma justicia hacia los imputados. La justicia, en definitiva, ampara y protege a los que se pueden pagar las costas de un juicio, bien por qué se las page el partido de turno, bien porque el mismo imputado tiene suficiente dinero para salir airoso. Para la democracia partitocratica no es lo mismo un señor que roba una gallina para alimentarse a él y a su familia, que el rico que evade, desfalca, roba cuantiosas cantidades de dinero, el segundo ya le sobraran medios para salir airoso de todas las batallas judiciales. Al primero se pudrirá en la cárcel al carecer de recursos suficientes para proveerse de una buena defensa. Con todo lo que han robado aquellos políticos que han incurrido en negocios ilegales, con dinero público, se podría haber pagado una buena sanidad pública, una buena educación y una Renta básica que garantizase una vida digna. Con todo ello se demuestra la erosión que sufre los pilares básicos de la democracia y la desconfianza que se crea día tras día en la opinión pública hacia las instituciones democráticas. La erosión de la credibilidad del régimen democrático, es evidente. Una de las columnas de toda democracia liberal y representativa, es la afirmación de que el estado es neutral en el acontecer económico. Falso. El estado nunca es neutral. Su naturaleza es parcial, partidista y clasista. Siempre juega a favor del más fuerte, alineando al más débil en las fronteras de la exclusión. Jugando siempre a proteger los intereses de la oligarquía. Ha modelado a la sociedad de tal forma que hoy en día, dicha sociedad esta formateada a imagen y semejanza del sistema capitalista. La sociedad en la cual vivimos es burguesa, liberal e individualista, de ahí que los nacionalismos estén en auge y que en cierta medida sean el futuro más inmediato. Todo el aparato jurídico y político se asienta sobre la protección y defensa de la oligarquía burguesa. Por lo mismo de la misma sociedad. No es posible un cambio a no ser por una acción revolucionaria, ello no es posible porque los autoproclamados revolucionarios tienen mucho que perder en este estado de cosas. Estos últimos han aceptado el sistema. Por ello no se atisba en un futuro inmediato una acción contestataria. Y por parte de la sociedad civil, ni está, ni se le espera. En el futuro a corto o a largo plazo se impondrá el estado plurinacional en España y de esta manera se evolucionara de la España autonómica –la cual ha sido un fracaso- a la España plurinacional; pero esta evolución podrá tener consecuencias trágicas, si conformamos una plurinacionalidad a cuatro bandas: Galicia, Cataluña, Vasconia y España. Sin vinculación ninguna, más una España asentada en una plurinacionalidad que se hallen vinculados política y jurídicamente a la constitución de 1978, podrá en cierta medida ser un éxito, solucionando de manera definitiva el conflicto territorial existente, aún de esta manera se podría retroalimentar alguna oposición por elementos extremistas, ya que el hecho histórico de la unidad nacional como idea política y social se halla muy arraigada, por lo que dicha evolución ha de hacerse con mucha cautela y lentitud. Ha de haber un referéndum a nivel territorial de aquellos territorios que han de conformarse como naciones y ello ha de estar lleno de cuantiosos riesgos, ya que en muchos partidos tanto de derechas como de izquierdas no todos están de acuerdo con la idea del estado plurinacional. Las opiniones se hayan fragmentadas y ello provoca gran controversia. En una democracia representativa y liberal como la española y la debilidad que esta conforma, el proponer en una España autonómica en la cual los nacionalismos han experimentado una fuerza inusitada, con un resquebrajamiento en lo social y económico de la vida nacional, la aventura hacia el estado plurinacional puede ser en este contexto y en este momento, más desventajas y riesgos que ventajas, ¡cuidado! con provocar las pasiones de los extremistas de uno y otro bando, cualesquiera que sean sus ideologías. ¿Cuál es entonces la solución? El pacto y el dialogo entre las partes implicadas. La política es siempre pacto y dialogo. Sabiendo que las partes han de ser conscientes de que para evitar el conflicto han de dejar algo por el camino. Y los demás aceptar lo bueno y legítimo que puede tener el “otro”. De esa manera se llegara a buen puerto. Romper la unidad nacional consolidada por la historia sería una temeridad, sería una involución, más resguardar en un estado plurinacional nuestra vinculación histórica con España, sería un éxito que alabarían futuras generaciones. Y lo que es más importante, reformar la constitución de 1978 en aras a que los derechos de los más necesitados sean amparados constitucionalmente y que no dependa de la voluntad y el arbitrio de uno u otro gobierno. Y ser de esta manera un hecho ejemplarizante para el futuro, para los países y naciones de nuestro entorno, y en buena medida ir hacia una democracia progresista, avanzada y participativa, donde la justicia social dejara de ser una utopía y se convirtiese en una realidad. Bibliografía: recomendamos: Teoría de la Constitución. Autor: K. Loewedstein. Barcelona. La teoría marxista del estado. Autor: E. Mandel. Anagrama. 1973. Desprecio de clase. Autor: Antonio Maestre. Redacción: MAREA ATLANTICA. Los riesgos de la plurinacionalidad ambigua. Autor: Juan José Mateo. Madrid. 27 de Mayo de 2017. El País. España.